El periodista y colaborador del ISDE, Sergio Heredia, publica su primera novela, «Soñé que estaba vivo, que habla de un valle extraordinario, el Camposanto»
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El periodista y colaborador del ISDE, Sergio Heredia, publica su primera novela, «Soñé que estaba vivo, que habla de un valle extraordinario, el Camposanto»
El transito del periodismo a la literatura es pasto de discusiones, a veces acaloradas, en ambos gremios, debates en los que, como en los pueblos —acaso como en El Margal del que escribe Sergio Heredia—, a menudo la fijación del lindero es causa de grandes conflictos y enemistades. En el caso del periodista Heredia, que publica su primera novela, Soñé que estaba vivo (Letras Difusión), no cabe el litigio pues en su oficio se ha desempeñado en las áreas menos especulativas: cubrió los atentados del 11-S en Nueva York, el hundimiento del Prestige en Galicia, los Juegos Olímpicos de Pekín y, este mismo año, formó parte del grupo de periodistas españoles destacados en el terremoto de Haití, informaciones en las que los hechos son innegociables.
No será por eso, pero el caso es que su primera incursión literaria no es una prolongación ni una decantación de ese trabajo, sino su reverso. Soñé que estaba vivo habla de un valle extraordinario, El Camposanto, donde los quehaceres más triviales se enlazan con el prodigio en la memoria de los relatos que lo recorren hasta componer leyendas, un estreno insólito en un mundo en el que las jóvenes plumas se debaten entre la novela psicologista de ambiciones existenciales y el post-pop con ínfulas.
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